No digo nada nuevo al afirmar que las empresas de desarrollo de software cuentan como materia prima para crear sus “productos finales” con la tecnología y conocimiento. Ahora bien, este conocimiento no reside en el aire, sino en las personas.
Los malos modelos directivos valoran los recursos solo en su aspecto cuantitativo sin valorar la calidad de los mismos. He oído a “grandes” gestores del sector de desarrollo de software, sacar pecho al decir que consigue dos “recursos” (por ejemplo programador) al precio de uno. Por supuesto, el cambio implicaba sustituir una persona con diez años de experiencia por dos becarios, pero desde su perspectiva el cambio de 2×1 implicaba el doble de trabajo al mismo coste…
Este mercado avanza, lentamente y en su proceso madura. Podemos decir que el ritmo al que madura el mundo del desarrollo del software es varias veces más lento que el ritmo al que avanza la tecnología, pero aun así, lo hace. Si hiciéramos un paralelismo con algún otro sector de desarrollo más maduro, supongamos la automoción, nadie se plantearía trabajar sin una metodología definida que permita a todos los miembros de los diferentes equipos conocer las reglas del juego. Aún así hay muchas empresas que no emplean ningún tipo de metodología explicita.
Pensemos un poco sobre como impacta la forma de trabajar en la motivación de los profesionales. Los músicos de una orquesta, por muy buenos que sean, necesitan una partitura compartida para tocar juntos. Es cierto que la partitura ya esta creada por un compositor (en muchas ocasiones genios) y esta no varía. Se repite de idéntica manera miles de veces y no se adapta a las demandas del que la escucha. Nuestra partitura es más compleja. Varía con el tiempo y no es conocida de antemano (aunque las metodologías predictivas se empeñen en decir lo contrario). Al empezar nuestra obra no conocemos la cantidad de violines o tubas que necesitaremos…
Esta complejidad es una razón más para contar con una poderosa herramienta como la metodología que nos guie por el camino. Esta nos aporta:
- Evitar desgastarnos en definir y redefinir procesos implicados en el día a día.
- Aplicar cierta “objetividad” a la forma de trabajar y a la valoración del trabajo de los miembros del equipo.
- Ganar en visibilidad al definir roles y responsabilidades asociadas.
- Alinear los objetivos de los diferentes miembros del equipo.
- Tener una base que adaptar y mejorar para los siguientes proyectos.
Cualquiera de estas características son básicas a la hora de motivar a los profesionales, sobre todo a los buenos. He tenido experiencias al respecto y es un autentico fenómeno a estudiar como cambia la aptitud de los miembros de un equipo que trabajan sin ninguna metodología explicita, al implantar una metodología (especialmente las ágiles). Muchos de ellos tienen la sensación de que su trabajo no se valora porque no es visible, lo cual acaba implantando un “comunismo” asesino de la eficiencia.
Podemos decir que los buenos profesionales necesitan visibilidad y que la metodología aporta visibilidad…así que la cosa está clara.
Esto es una opinión personal, no estoy seguro que sea la verdad, pero me pregunto, si el principal problema respecto del dos por uno, no es más que gente que no ha evolucionado desde el cuarto grado de la primaria, es decir, cuando te enseñan regla de tres simple.
Cuando nos planteaban el siguiente problema: Si dos personas hacen una pared en 3 días, cuatro personas la hacen en…? Alguien pensó que se trataba de algo real? Nadie pensó, que si hay por ejemplo 1000 personas es prácticamente imposible que se pueda levantar esa pared?
En primer lugar, esto no es mas ni menos que un ejemplo, un modelo en todo caso. Mientras sigamos teniendo dirigentes que no entiendan la diferencia entre un modelo y la realidad, seguirá ocurriendo esto.
Por las dudas, como quiero tener un hijo más, voy a buscar a nueve mujeres, así cada una esta embarazada un solo mes, y de paso, me divierto más… ya vengo…chau.