La Historia de la Informática de RFOG (y II)

Con posterioridad a la ruptura de mi Bondwell 16, volví a dedicarme por entero al PX, pero ya no era lo mismo. Aparte de ser mucho más lento, no por la velocidad del procesador, pero sí por la de la pantalla y el del almacenamiento permanente. También coincidió con una pérdida de interés por mi parte hacia los problemas informáticos en que había estado inmerso.

Quizás me cansé, quizás me decepcioné al haberlo perdido todo, lo cierto es que no recuerdo por qué pero sufrí una especie intermedio entre todo aquello y mi siguiente ordenador, que fue un PC, lo recuerdo perfectamente, un 286 a 12 MHz con 1 Mbyte de RAM y un disco duro de 80MB con una VGA de 16 colores y 256KB de RAM de vídeo. Sí que sé que pasó bastante tiempo entre una cosa y otra, quizás los tres años del Instituto, o los dos últimos, tendré que preguntarle a mi madre a ver si se acuerda.

Supongo que en aquella época me centré en otras cosas más importantes para un adolescente lleno de granos y con la mano en el… La verdad es que mis recuerdos de aquella época están bastante confusos, y tampoco recuerdo tener novieta ni similar, lo que sí recuerdo es mi pasión por las matemáticas y la física, de hecho pasé, en el Insti, de ser el chico del notable alto a ser aquél que sistemáticamente tenía un diez en matemáticas y ser el único que aprobaba en física –jodío profe y sus jodías preguntas- y a casi suspender las demás asignaturas. Quizás sufrí ya del síndrome de la vocación, o quizás fueran los profesores, pero había asignaturas que por más que estudiara apenas podía aprobarlas. El Tuco, de ciencias, era un tío cojonudo con el que daba gusto aprender y solía aprobar con relativa buena nota, sin embargo, el Tri…, de historia, era un tío asqueroso y baboso que no hacía más que mirarle las tetas y el culo a las tías –recuerdo el día en que MC vino con una camiseta sin mangas y el cabrón la tuvo toda la clase escribiendo en la pizarra mirándoselas y seguro que masturbándose detrás de su mesa-, y suspendernos a los tíos de forma flagrante y evidente. Lástima que aquél hijoputa no me pillara unos años después…

De matemáticas recuerdo un examen para todos los cursos en el Salón de Actos en el que, por alguna razón que no logro concretar, y mira que yo era reacio a hacer esas cosas, resolví varios exámenes con diferente nota y, días después, a la hora de saber qué nos habíamos sacado, nos volvieron a reunir en el Salón de Actos y entró el Tranchete con una pila de exámenes ordenados por grupos… resultando que había una cantidad de pruebas todas con la misma nota y los mismos errores, otra cantidad con otra nota diferente y los mismos errores, y así hasta un único examen perfecto con un 10… Efectivamente, los cabrones de mis compañeros se habían estado pasando entre ellos los exámenes que yo había resuelto y prácticamente los habían copiado por grupos, según a quién le había tocado qué. Así que el profesor aprobó a todos con la nota que se habían sacado copiando y a mí, pese a tener un examen perfecto, me suspendió… El día de la recuperación entré en clase, fui a su mesa, cogí uno de cada una de las variantes (en aquella época, dada la masificación en las clases, era habitual hacer dos o tres exámenes diferentes para evitar que nos copiáramos al estar las mesas tan juntas) y los resolví en apenas unos minutos delante de él, por resolver hasta hice absolutamente todos los ejercicios, los opcionales (podíamos elegir entre unos y otros) y hasta los de nota, y le dije que si había un solo error en alguno de ellos, por nimio que fuera, que me suspendiera, pero que si no, quería una matrícula de honor. Y me fui.

En fin, otros tiempos y otra mente. Supongo que todas aquellas cosas me entretuvieron lo suficiente para que la llamada de los ordenadores no fuera tan grande como para querer uno a toda costa. Empollón lo era un carro, aunque no tenía la apariencia de uno, y pobre del que se atreviera a levantarme la voz, con setenta quilos de pura fibra y un metro setenta a los 14, algo más de peso a los 17, había veces que salían volando por las puertas…

Nunca dejé de leer, ni a Asimov ni a Verne, que fueron mis primeras lecturas. Luego Carl Sagan y otros, divulgación casi de cualquier tipo, el ya citado Investigación y Ciencia sacado de la biblioteca, que muchas veces leía casi sin entender, y otros. También literatura, mucha, clásicos, modernos, contemporáneos, realmente no recuerdo qué leía, pero seguro que mucho. Ciencia ficción toda la que podía recoger, de matemáticas y de física empecé a comprarme mis primeros libros. Así que entre unas cosas y otras la informática no formaba parte de mi vida por aquellos años, aunque a veces, cuando leía algo interesante sobre ella o sobre la parte de matemáticas que podía informatizarse, siempre me venía el engurrio del ordenador.

Finalmente lo tuve, de una forma un tanto extraña. Cuando el AT que he descrito más arriba valía unas doscientas cincuenta mil pesetas, cerca de mi casa abrieron una tienda que empezó a venderlos justo a la mitad de precio. Y no es que bajara la calidad de los equipos, no, es que venían de Colombia, vaya usted a saber por qué cuando venían de allí eran más baratos.

Muchos años después, ya cerrada incluso la tienda, lo supimos, porque con los ordenadores venían otras cosas, pero eso no afectaba a quienes los vendían, ya que el jaleo estaba entre el distribuidor y los colombianos, que tenían doble línea de negocio, por decirlo de alguna manera. Las tiendas simplemente los compraban y punto.

Aquellos precios causaron mucho revuelo en mi ciudad, y otras tiendas tuvieron que bajarse los pantalones para poder competir, recuerdo que vendíamos más de veinte ordenadores cada semana, y a veces más. De dónde terminaron de sacar las otras tiendas a los mismos precios que nosotros no lo sé, quizás empezaran a importarlos también de Colombia, o quizás alguien dejó de ganar escandalosas cantidades de dinero, lo cierto es que aquel fue el primer gran bajón en los precios de los ordenadores.

Y gracias a ello lo que en un principio era algo imposible se convirtió en algo posible y finalmente tuve mi flamante AT, tras jurar y perjurar a mis padres que ese ordenador no conocería juego alguno nunca de los jamases… que fue el tiempo que tardó de ir de la tienda a mi casa, instalarlo e ir metiendo la espuerta de disquetes vírgenes que había comprado y que no eran tan vírgenes.

Si os dais cuenta, antes he dicho hemos, y es que la compra de ese ordenador supuso que yo entrara a trabajar en la tienda como técnico. Mi primera visita fue, supongo que con mis padres, a conocer ese ordenador tan barato. No recuerdo si allí tenían alguno o no, pero sí sé que salimos convencidos de querer uno. A la semana siguiente, cuando vino mi equipo, traía un problema: la disquetera no funcionaba, así que allí, en mi presencia, todo impaciente por llevármelo a casa, la repararon, es decir, la cambiaron por otra y aquí haya paz y allí gloria.

Tuve que volver porque no tenían el Windows 3.1, sólo el 3.0, y el primero era mejor que el anterior, así que volví la semana siguiente y les compré una caja de discos que traían el Windows 3.1 grabado… visita que me sirvió para entrar a trabajar allí pocos días después.

La cosa fue sencilla, los dos socios ya lo tenían hablado, y me preguntaron si quería trabajar allí y cuánto sabía de ordenadores. Yo les conté más o menos mis rollos con los CP/M, y cuando me preguntaron si sabía reparar PCs, les dije que sí. La pregunta, que iba con trampa según mi respuesta, y yo como pardillo caí en ella, fue seguida de la de cuánta experiencia tenía, y yo, más fresco que una lechuga, respondí que la “de verte a ti la semana pasada reparar el mío”. Dicho y hecho, al lunes siguiente entré a trabajar por las mañanas.

Más o menos por aquella época hice un cursillo de programación de los largos, más de tres meses estudiando cinco horas al día, y es que en aquellos años el INEM y sus cursos eran otra cosa, así que cambié mi horario de trabajar de las mañanas a las tardes.

Si quizás existe un inicio como programador, fue allí y en ese momento. Por las mañanas estudiaba programación, por las tardes reparaba y montaba ordenadores, y durante todo el otro tiempo libre aprendía a manejar eso del MS-DOS, del Windows y poco más. Bueno, realmente MS-DOS no, sino más bien DR-DOS, versión 5, que le daba como cien mil patadas al primero en cuanto a velocidad, funcionalidad y estabilidad. El problema era Windows 3.1, que terminaba reventando bajo DR-DOS. Años después supe la causa, y ciertamente si la hubiera conocido en el momento seguro que me habría arremangado para demostrar cómo Microsoft le ponía la zancadilla a un producto mucho mejor que el suyo propio.

Las mañanas fueron todo un reto. Tras un mes de programar por lotes, haciendo una gestión de autoescuela con ficheros bat, aprendimos dBase III. Ya sé que puede resultar algo fuerte eso de programar por lotes, pero significó una familiaridad con el sistema operativo que a duras penas podíamos conseguir de otra forma. Programar con dBase fue un juego de niños, no tanto cuando nos metieron Cobol, del que salí hasta el gorro y pronto olvidé.

Y finalmente, nos enseñaron C. Y yo con esos pelos, sin saber que era el principio de mi futuro. Aprender C fue algo mágico y completamente natural para mí. Yo veía a mis compañeros que a duras penas entendían aquellos conceptos, pero en mi caso todo caía de cajón en su hueco lógico. Claro que yo sabía ensamblador, aprendido de la forma más dura y difícil, y C no es más que un ensamblador agnóstico en cuanto al procesador. Así que mi C fue un mejor ensamblador que el ensamblador, y ahora sé que eso no es bueno, porque te ata demasiado con la arquitectura hardware.

Mientras que a otros les caían los chorros de sudor con los punteros, yo los veía como algo natural y evidente por sí mismo, y cuando vimos la biblioteca de C lo primero que hice fue ver cómo estaba hecha… Listas enlazadas, estructuras de datos, algoritmos, todo aquello yo ya lo sabía, no de forma consciente, pero sí que lo había visto implementado en CP/M, y fue cuando, retrospectivamente, entendí muchas de las cosas que en su momento me llenaban de extrañeza que estuvieran hechas de esa forma y no de otra.

Lo triste es que ya no me servían para retomar mis investigaciones anteriores, aunque rápidamente comprendí que es no importaba, sino que se me abrían las puertas de un mundo infinito y maravilloso…

Y encima tenía dinero porque estaba trabajando. Pese al control de mi madre, los Nortones caían a docenas (no, no me refiero al antivirus, aquello vino mucho después, me refiero a las Guías Norton, que explicaban muchas cosas de los PC), pronto compré una guía de ensamblador del 286, luego del 386… pero lo que me gustaba era el C, así que el ensamblador se quedó para emergencias.

Una vez terminado aquel curso, en la tienda contrataron a un programador que se trajo bajo el brazo a Clipper, al que fui oficialmente presentado y que me enamoró casi tanto como el C, máxime si lo usabas sin las macros, de forma que aquello no era otra cosa que una gran y potentísima biblioteca de C construida para facilitar las cosas. De hecho, Clipper no era más que un front-end escrito en C que terminaba generando una especie de p-code que luego era interpretado en tiempo de ejecución por un motor enteramente escrito en C. Por supuesto que le metí mano para ver cómo funcionaba.

También se trajo el Turbo C++. En la academia yo había estudiado con Turbo C 2.0, el IDE que le daba cien mil patadas a cualquier cosa existente. Pues ya no os digo el C++, y más el de Borland. Aprendí con un libro que trataba sobre CFRONT 2.1 bajo Unix, que fue el único que pude encontrar. Luego vinieron otros, entre el que cabe destacar la segunda edición de El lenguaje de programación C++ de Stroustrup que tenía como un millón de erratas y estaba pésimamente traducido al español, y los manuales de los compiladores.

Porque yo compraba los compiladores, o al menos lo hice durante un tiempo, hasta que empezaron a comprármelos las empresas para las que trabajaba. Compré el Borland C++ 3.0 que venía un una espuerta de manuales, luego el Borland C++ 4, y el 5, y el C++ Builder 1, 3 y 4. También cayeron el Visual C++ 5 y el 6. Algunas fueron versiones de estudiante, otros fueron actualizaciones, pero todos fueron comprados. También cayó el Clipper 5.

Anécdotas de la tienda recuerdo una buena cantidad, pero no voy a contarlas aquí. Sí que diré que en mi tiempo libre me dedicaba a tareas de alta informática, como quitar la necesidad de tener un disquete con marca láser o una mochila en el puerto paralelo para que un programa funcionara, y recuerdo que la primera aplicación a la que le hice eso fue al Lotus 123 versión 2 y pico (creo), y tan sólo tardé unos diez minutos (fue cosa de cambiar un JE por un JNE o similar, de ese modo el programa fallaba si tenía el disco llave insertado). En fin, que eran otros tiempos y uno pensaba diferente.

Por aquellos años estaba de moda la scene y las demos, grandiosos programas que apenas ocupaban espacio y que generaban música y efectos visuales de gran belleza, pero a mí no me atraían mucho, así que con un par de amigos nos decidimos a hacer un formateador de disquetes parecido al VgaCopy de un tal Thomas Monenmayer o algo así. Nuestra idea era programar directamente el hardware, acceder a los registros de la controladora de floppies y de vídeo para hacer algo grande, y una vez lo termináramos, buscar la posibilidad de formatear discos duros con más de su capacidad preestablecida. Sobra decir que ni siquiera terminamos la primera parte, era la época en la que uno se casaba o simplemente la novia tiraba más que el ordenador.

Y yo, entre trabajo y trabajo no relacionado directamente con el desarrollo aunque a veces sí con la informática, fui realzando aplicaciones, generalmente con Clipper y algunas veces con C++, pero siempre en MS-DOS. Hubo algunas cosas grandes, como la automatización de las Incoma.

Justo cuando la línea de comandos estaba dando sus últimos estertores, yo tenía montado en Clipper un motor completamente automatizado que iba cargando y procesando unos ficheros de configuración de texto plano y actuando en consecuencia. Allí estaba todo, los menús, las pantallas, las reglas de negocio por llamarlo de alguna forma, la descripción de los informes, todo. Si me pedían algo nuevo de lo que todavía no era capaz de hacer lo integraba en el motor. Aquello estaba basado en tablas que contenían bloques de código (los famosos bloques de código de Clipper) y campos blob precompilados que se integraban con el sistema de overlays de Clipper (había un libro por aquella época que explicaba cómo hacerlo) y más cosas de las que ahora no me acuerdo. Lo cierto es que era una gran aplicación… que desgraciadamente ya no tengo como no tengo ninguna otra cosa anterior a hace relativamente pocos años. Las cosas de confiar demasiado en una unidad ZIP y sus discos. Primero se rompió la unidad y cuando pude conseguir una para leer los disquetes, eran estos los que también estaban rotos. En fin, cosas de la vida.

Para Windows 3.x no hice ningún programa de mención, aquello del Win16 era algo bastante complicado, y OWL (las MFC de Borland, para entendernos), todavía más, y cuando llegó Windows 9x tampoco, aunque sí le di caña a Win32 y aprendí a usarlo, pero solamente como hobby y sin intención de hacer nada serio, sólo por el reto intelectual que conllevaba. Bueno, no es cierto, en aquellos años yo estaba emperrado en hacer un programa de matemáticas al estilo de Mathlab o Mathematica y unir así mis dos pasiones, y de hecho implementé muchas cosas, tanto con Win32 como con OWL. El sistema de ventanas lo tenía hecho al completo en ambos sistemas, así como un par de calculadoras, pero todo aquello se perdió con la maldita unidad ZIP y después volví a perder el interés, o más bien tuve un trabajo con un sueldazo pero que exigía todas mis energías y mis horas, así que, de nuevo, la informática y el desarrollo se enfrió un poco para mí.

Luego vino C++Builder, y cuando se me hincharon las pelotas con el curro aquel y lo mandé a la mierda, volví a meterme en serio con esto de programar, y entonces vino mi oportunidad en relación a ello, que cacé al vuelo y bien fuerte por si acaso, pero esa es otra historia que no voy a contar porque incluso hay parte de ella de la que no puedo hablar porque no me pertenece. Lo que sí puedo decir es que C++Builder me ayudó sobremanera a conseguirla.

9 comentarios sobre “La Historia de la Informática de RFOG (y II)”

  1. colega,

    en mi vida profesional me he topado con programadores de todo tipo, de fp, ingenieros… y basicamente:

    hay albañiles de programacion, que no tienen ni puta idea de lo que es un buen algoritmo, un diseño de software pero que dominan flash, php, sql y si me apuras hasta te traen el cafe 🙂

    hay ingenieros, que suelen salir sin tener ni puta idea de como va el mundo de la empresa y que utilizamos, pero que tienen una jodida mentalidad con razonamiento. en general se ponen al dia en unos meses y nos empiezan a dar clases a todos 🙂

    pero NUNCA he visto un tio que siendo «albañil» se ponga a discutir y desprestigiar lo que ha hecho un ingenierio de la programacion. NUNCA. ¿Pero quien es ese tio para saber lo que esta bien y lo que no? ¿A largo plazo sabe las consecuencias? 🙂 Es como si un peon se pusiera a discutir de tabiques, fuerzas y toda la ostia con un arquitecto o un ing. civil. xdddd

    compadre, no te sientas identificado, yo solo te muestro lo puto que es el mundillo este del software, no te voy a amargar el Viernes que hay que salir a ligarse una chorbilla. 🙂

  2. ¿Eres el CafeBAR de Burgos que me imagino?

    Por otro lado, no entiendo un pijo lo que quieres decir, o más bien sí que entendo lo que quieres decir, pero no qué tiene que ver con lo que yo he contado…

    Y si eres quien creo, tu opinión vale lo mismo que tu: una mierda.

    ¿Y qué sabrás tu qué he estudiado yo, y cómo?

  3. Juas, hay tontos, resentidos y trolls en cualquier sitio.
    Yo tengo tres ingenierías, dos de ellas superiores, y sé perfectamente lo que es la universidad, lo mismo que acabas de demostrar, una m.
    Por otro lado, no sé qué habrás leído; probablemente has empezado ya a tomar copas antes de salir «a ligar una chorbilla».

  4. @rafa Puf! Si bien tus inicios me son ajenos (Epson, etc) El final de este capitulo me ha sonado a flashback. En aquella época yo también estaba loco por contruír un programa de matemáticas más orientado a objetos (no tenía sangre, tenía C++ en vena) No me acababan d gustar ni matlab ni matemática, entendía que se podía hacer cosas mucho más manejables y «plásticas». Aquí ayudo mucho una calculadora Hp48 que para programar cálculos (y mucho más) era insuperable. Finalmente no fue eso lo que hice sino un señor CRM con el C++Builder. Que pedazo sistema! A mi el Windows se me resistía y el C++ un poco pero Builder lo cambio todo.

    Ahora cuando uso el VS2008 con el C# no hago más que ver lo que MS ha copiado de Borland. Y por cierto nunca perdonaré a Borland por tirar por la ventana una historia como la suya, empecé con TurboPascal 3.2 (probe la 2 si no me falla la memoria) y llegue al BCB5. A lo mejor vuelvo con CodeGear y eso de Rails que tienen pero qué pena por Borland.

  5. lboisset, lo cieto es que cuando Borland cambió el nombre por Inprise empezó a cagarla a base de bien, con compras y descontinuaciones absurdas: CodeWright, Kilyx, etc…

    Ahora C++Builder pertenece a Embarcadero Technologies, y parece que le están dando caña, pero el IDE es algo mierdosillo con bugs aleatorios y cuelgues varios, aunque las aplicaciones finales parece que van tan bien como siempre.

  6. Nostalgia en lo forosde m$ defendias todo lo contrario contra corriente, que las herramientas de m$ eras buenisimas, bla, bla bla…ahora resulta que los que te levaban la contraria tenian razon…en que quedamos rafael…por dios carlos trata de arrancarlo 🙂

    un saludito
    p.d. sin acritud

  7. Jejeje, ¡qué bueno!

    La verdad es que algo de nostalgia por aquella época sí que queda… Pero bueno, hoy día nos dedicamos (para bien o para mal) a aquello que nos gustaba, y al menos lo disfrutamos.

    R ERROR CARGANDO CINTA.

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