Licencia
Por comisión y mandado de los señores del Consejo Editorial de El Ave Fénix, declaro aquí que el texto contenido en este memorial no tiene cosa contra la fe ni buenas costumbres, y que no es sino recreo del espíritu y podríase publicar, ora de forma escrita, ora digital. Fecho en Madrid, a veinte y cuatro días del mes de abril de dos mil y dieciséis años.
El encuentro
Dióse la circunstancia que, hallándome yo en Barcelona en el año de dos mil y un años, con motivo de esos encuentros para escritores de código fuente que Microsoft llamase Tech-Ed, acaeció en visitar el mismo un renombrado personaje de allende Flandes, de nombre Maese Andrés de Hejlsberg, que bien era tenido por insigne sabio, a más de autor de numerosos artilugios, que, a fe mía, representaban elevación y entendimiento.
Y, siendo yo como soy de natural curioso, y estando acompañado por el ilustre editor de una revista que destos menesteres tratara, nos pareció oportuno, aún a fuer de salir malparados, en intentar con él un diálogo, aunque la lengua de Shakespeare nos requiriese para tal fin.
Así pues, ahora se agoste o no el jardín de mi corto ingenio, quieran los hados que el carísimo lector acepte los frutos que él ofreciere, en cualquier sazón que sea y que presento en estas líneas, pues, gracias al Hacedor, nos fue concedida la gracia del diálogo, y, a eso de la caída de la tarde, fue Maese Hejlsberg gentil y resuelto y con nosotros habló de esta guisa:
El Diálogo
MP: [Vestía Don Andrés con solaz atuendo, sin ínfulas ni falsarias, como dando a entender que al pueblo llano se acercaba de buen grado. Animado por ello, lo pregunté]: ¿No es cierto que Vuesa Merced ha mostrado ya grandes talentos y trabajos para otras empresas y que no fue sino la pecunia la que os movió a abandonar Borland en pos de nuevos aires?
M.A.H: Cierto es que la empresa nuevos aires ofrecía, más no sólo la pecunia interesó mi espíritu, sino la facultad de –con el auxilio de Nuestro Señor- dar vida a altísimas visiones y obras de ingenio que en mi mente rondaban desde tiempo ha. Notad, caballero, que para alguien de mi rango es más virtud la capacidad de crear, que los dineros que tales acciones reportasen a mi arcas.
MP: ¿He, por tanto, de entender que más pudo la voluntad de imaginar que el vil metal? ¿Acaso no es veraz que, por la misericordia del cielo, varios amigos os acompañaron en la ventura, y que –no queriendo laborar sino bajo vuestra égida- la misma compañía quemos dicho abandonaron, a semejanza de lo que los discípulos hicieran con Nuestro Señor?
M.A.H.: De manera tal sucedió, y maldito y condenado fuese si tal cosa negara. Que bien pensé que no sin misterio nos hubo juntado así la suerte, y que habríamos de ser, déste hasta el último día de nuestra vida, verdaderos amigos.
MP: Permitidme pues, maese, que cambie el tercio de mis inquisiciones y acallad ya mis dudas sobre un devenir: ¿Qué puede voacé añadir a las voces que claman contra vuestra obra cesharpiana, maldiciendo della y afirmando que es trapacera y copiada, cual si vuestras luces no bastaran para dar vida a un nuevo lenguaje?
M.A.H.: Que malhadado y desventurado sea aquel que tal cosa afirmase, pues no se han de hallar pruebas dello en mis labores, ni en esta vida ni en la venidera. Más bien sabría aquel que estudiase aquesta lengua, y por mi salvación afirmo, que nada en los menesteres de su crianza fue azaroso y a bien tuve de facerla con la mente henchida de C/C++, Haskell, Oberon y otros artificios, más que en Java, que solo inspiróme algunas luces sintácticas, pues temo yo que de tal lenguaje hablan los maldicientes.
Quede pues escrito que en mi ánimo no desfallece ni se corrompe el ingenio que el Señor me otorgase y, si de algo debe ser digna copia ese lenguaje, imploro al Altísimo que sea de la Su hermosura.
MP: Pues, voto a bríos, que habéis saciado con sobra y exceso mis muchas cuitas, más no habré yo de despedir aqueste diálogo sin inquirir por los exercicios, ocupaciones, obras o ministerios que os den solaz, y que algunos paganos intitulan “hobbies”, palabra demoníaca e impía donde las haya…
M.A.H.: Afirmar puedo que por tal entiendo mi propio ministerio y la compañía de los míos. Y que es el exercicio de mis labores que el Hacedor ha querido mi solaz procuren, más que los vanos extravíos que a muchas almas desvían, lo que reconforta mi alma.
MP: Grande es la merced que nos habéis hecho en darnos cuenta de vuestras labores y quiera el Supremo que Redmond sea para voacé lugar piadoso, y no haya corregidor alguno que ose poner en solfa tamaña obra.
M.A.H: Amén.
(Con todo mi respecto y admiración por mi lengua, por todas las que son bien habladas y por aquellos que las han hecho grandes.)